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Opinión

Sobre la suspensión de cooperativas: crónica de la experiencia Ciudad Futura

Pareciera que ahora el gobierno va a arremeter contra las cooperativas. Aún sin saber lo que vaya a suceder, es necesario decir algunas cosas.

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Las cooperativas producen alimentos y construyen casas, comercializan bienes básicos y urbanizan barrios, reciclan residuos y confeccionan ropa, colocan agua, luz, gas, internet y diseñan softwares. Organizan el trabajo de contadores, abogados, ingenieros y médicos. Asocian a pescadores, horticultores y productores de todo tipo. Hay escuelas cooperativas y hospitales cooperativos. También metalúrgicas, metalmecánicas y siderúrgicas.

Todo eso hacen las cooperativas en Argentina, en Santa Fe y en Rosario. Todas, absolutamente todas las necesidades del ser humano se pueden satisfacer comprando sus bienes o contratando sus servicios.

Las cooperativas son extraordinarias porque en una misma identidad reúnen lo mejor de la empresa y lo mejor del Estado: producen y venden, compiten en el mercado ofreciendo bienes “de mejor calidad al menor precio”, buscan la minimización de costos e intentan maximizar un excedente. Pero, al mismo tiempo, todo eso lo hacen con el único fin de alcanzar el bien común, público y de interés general, satisfaciendo las necesidades de sus miembros y animándose a la construcción de una sociedad justa y solidaria. Sí, las cooperativas son empresas… de finalidad social, propiedad colectiva y decisión democrática.

Hoy tenemos que explicar lo obvio:

No, las cooperativas no significan ningún gasto para el Estado. Son autónomas y se constituyen, al igual que cualquier SA o SRL, con capitales particulares de sus asociados. Si les va bien se mantienen, si les va mal se disuelven.

No, sus integrantes no son trabajadores públicos. Son personas que deciden asociarse voluntaria y libremente a un espacio productivo para encontrar ahí lo que no encuentran en ninguna otra parte: trabajo.

En Ciudad Futura hace muchos años organizamos el trabajo en cooperativas.

Hace casi 15 años con una cooperativa rural sostenemos el último Tambo de Rosario, produciendo 30.000 lts de leche que luego la industrializamos elaborando alimentos ricos, sanos y baratos que cada semana llegan de la periferia a la mesa de miles de rosarinos. Teníamos que vender todo lo producido y para eso buscamos fidelizar la demanda: primero montamos un sistema de socios tamberos y después abrimos nuestro primer local al público, La Lactería, donde circulan 2600 personas al mes. Verán, con esta integración vertical abarcamos todo el encadenamiento productivo.

En el rubro cultural, también con la Cooperativa del Distrito Siete gestionamos hace 12 años uno de los espacios culturales más importantes de la ciudad. Artistas encuentran un escenario para trabajar y la gente un lugar donde disfrutar. Circulan miles de personas por semana. Se organizan mozos, cocineros, productores, sonidistas y encargados para abrir todo los días, todo el día. Además, desde 2014 empezaron a llegar pibes y pibas de los barrios populares para realizar talleres en el Laboratorio de Hip Hop, un dispositivo interdisciplinario que articula arte, contención social y salud mental. Estos pibes se empoderaron, se reconocen laburantes de la cultura y ahora también crearon su cooperativa de trabajo.

Para las cooperativas es estructurante su canal comercial. Por eso fundamos la Misión Anti Inflación. Sí, en 2014, cuando los precios subían sólo al 25 % ANUAL. La Misión es una suerte de supermercado virtual que le garantiza ventas a 40 empresas sociales, ofreciendo más de 350 productos de la canasta básica para que 2000 familias, sindicatos y otras instituciones compren un 30 % más bajo. ¿Cómo? Sustituímos intermediarios para conectar los extremos de la cadena.

En paralelo a todo lo anterior, desde el 2012 a esta parte, identificamos que todas las cooperativas tenían el mismo problema: la falta de acceso a financiamiento para escalar su producción. Por eso pusimos en marcha Impulsar: una especie de banco popular donde le otorgamos créditos a quienes nadie les otorga créditos, a tasas muy bajas y sin presentación de garantías, más que la confianza y el vínculo construido. En 11 años, ya ejecutamos 800 inversiones, con una tasa de devolución del 93 %.

Como el hacer irradia esperanza, estas experiencias inspiraron a mucha gente y las multiplicamos en otras localidades: en Santa Fe, junto a 7 organizaciones sociales fundamos el Mercado del Futuro, para que aquellos emprendimientos productivos escalen y se transformen en cooperativas, hechas y derechas. En Pueblo Esther, epicentro del cinturón hortícola metropolitano, nos asociamos a 8 quinteros en La Plantinera Comunitaria para encarar colectivamente los costos de siembra y cosecha. Y en Venado Tuerto, hicimos lo mismo diseñando una bloquera, para abastecer de materiales a los vecinos que buscan construir su casa.

Por último, la que será la más grande de todas nuestras cooperativas es la Empresa Pública de Alimentos. Pronto a inaugurar, se van a recibir al mes de otras cooperativas agropecuarias 380.000 kg de alimentos a granel, para su limpieza, clasificado, molienda y fraccionamiento.

Sabrán, como en cualquier otra empresa, sostener el día a día de estos espacios es muy difícil. Por eso, tuvimos que aprender a organizar el trabajo y a vender los servicios, a pensar la logística, a relacionarnos con proveedores y clientes, a administrar pagos y cobros, a determinar un precio justo sobre lo que producimos y a decidir sobre el valor de nuestros salarios. También aprendimos a confeccionar planes de negocios y a proyectar un cash flow, porque sólo es posible gestionar bien una cooperativa con disciplina financiera y rigurosidad administrativa.

Aprendimos que en las cooperativas se cristaliza el concepto más noble de eficiencia: hacer mucho, con poco. Hacer todo lo que podamos, con casi nada. Sin capital inicial, sin grandes inversionistas. Todo a pulmón, bien de abajo. Todo autogestivo.

Y si de seguridad debe hablarse, todo esto forma parte de nuestro plan integral para abordar la desigualdad y la violencia: cooperativas para integrar, trabajar, producir, contener y soñar.

Esta es nuestra experiencia, que también es la experiencia de muchas otras organizaciones que trabajan en muchas otras cooperativas. Convencidos que son parte de la solución, no del problema. Y que en su naturaleza, encontramos las claves del futuro que necesitamos.

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Ciudad Futura I Provincia de Santa Fe, Argentina