Opinión
Despedida a un obrero que sacaba fotos
Publicado
Hace 9 meses/

1.
Si a los argentinos nos cortaron las piernas en el 94, a los de Ciudad Futura nos arrancaron los ojos con la muerte del Coqui. Y así nos sentimos. A Diego Cazzaretto todos lo conocían como ”el fotógrafo de Ciudad Futura”. Todas las imágenes que alguna vez viste de nosotros, desde una marcha hasta un afiche de campaña, desde un dulce de leche hasta una banda en vivo, las hizo él. Toda la historia de lo que hasta ahora somos: nuestras victorias y nuestras derrotas, nuestras alegrías y nuestros dolores, los contó él con su cámara. Por eso no puedo dejar de llorar ante cada foto que me cruzo en estas horas. Por eso sentimos como que nos quedamos ciegos y que no sabemos cómo seguir caminando. “No entiendo cómo sigue esta historia sin vos”, dijo una compañera. “En Ciudad Futura las cosas a partir de ahora podrán ser buenas, pero no van a ser lo mismo”, sintetizó otro compañero. Y juntos graficaron el vacío y la angustia que deja la muerte en los que nos quedamos acá.

2.
Pero el Coqui para mi significa algo más. No solo porque fue quien me acompañó durante 10 años (diez años es mucho tiempo) en cada campaña, en cada viaje, en cada recorrida, en cada batalla. Coqui representa la potencia de la vida en colectivo, en comunidad. Significa la posibilidad de vivir como queremos y no como podemos. Representa que juntos podemos más que solos. Y eso alivia profundamente el dolor de su adelantada partida, y logra que pueda recordarlo más con la felicidad por lo que compartimos, y menos con la tristeza de lo que nos vamos a perder. Por el camino que hicimos juntos y no por lo que ya no podrá ser. Porque Coqui en la Ciudad Futura pudo ser quien quería ser. Porque cuando lo conocí Coqui no era fotógrafo. Esta fue mi primera conversación con el:
“Dame 2 kilos de electrodos Conarco de 2,5 y 2 barras de planchuelas y ángulos de los de siempre”.

3.
Diego Cazzaretto trabajaba en Herramat Aceros cuando nosotros teníamos veintipico y encaramos la hermosa locura de irnos a vivir al Tambo para defender las últimas tierras que le quedaban a la ciudad. Para ponerle el cuerpo a causas que, al final, no estaban tan perdidas. Ahí estábamos tratando de construir una casa para vivir adentro de un container marítimo de 12mts de largo por 2,40 de ancho. En medio de la nada. Todos los días íbamos a Herramat a comprar materiales. Diego nos los daba y nosotros los atábamos como podíamos a la Poderosa, el jeep modelo 74 bautizado así en honor al Che, para llegar a la obra y que el Rúben nos cague a pedo porque algo habíamos comprado mal.
La historia resultó en que además de un tambo, una escuela y una industria láctea, de esa resistencia se fundó también un nuevo partido político. Y Coqui fue a afiliarse al primer llamado, por eso su carnet indica que está entre los primeros 5 afiliados de un partido que hoy tiene más de 10mil, y 220 mil votos en la última elección. Coqui, además de todo, fue un pionero.

4.
Tenía una personalidad rara. Sin estridencia, sin querer llamar la atención. En silencio, pero entendiendo todo. Si lo tuviera que sintetizar era un tipo que “cumplía con su deber” en una época poco apegada a las responsabilidades colectivas, a entender que no estamos solos en el universo. Cuando había que pintar paredes, pintaba paredes. Cuando pasó a sacar fotos, sacaba fotos. Y lo hacía sin esperar nada a cambio, porque entendía todo. Sabía por qué sacaba fotos, sabía por qué militaba todos los días. No necesitaba que le estén todo el tiempo diciendo lo buena que había salido la foto, aunque todos se lo decíamos. Pero no lo necesitaba, tal vez, porque antes que fotógrafo era un obrero. No se creía un artista, aunque lo era. Se consideraba un delegado del Sindicato de Empleados de Comercio al que un día le ofrecimos ser los ojos de su proyecto político. Dejar el trabajo en Herramat Aceros y convertirse en el fotógrafo oficial de Ciudad Futura. También de esas íntimas decisiones cotidianas está hecha la historia. Y lo hizo como nadie. Y por eso ahora no sabemos cómo seguir, porque no va a haber otro obrero que saque fotos.

5.
Si bien como dice Drexler: “La guerra es muy mala escuela, no importa el disfraz que vista”, los que fueron a una dicen que con quien se comparte esa experiencia tan intensa se genera como una especie de hermandad indivisible. Que en ese exponerse juntos al peligro se sella un vínculo que es para siempre. Y que es muy particular, que la mayoría de la gente no lo conoce. Porque no es como un hermano, tampoco como un amigo, ni como los padres, ni como un amor. Es un poco todo eso junto. Con los compañeros de militancia pasa algo parecido. Es como que uno tiene cien hermanos, 20 padres, mil amigos, muchos amores. Todo se multiplica, intensamente. Se multiplican las alegrías pero también los dolores. Porque se te mueren muchos hermanos, muchos padres, muchos amigos y muchos amores. Lamentablemente en los últimos meses se nos fueron demasiados y demasiado pronto: la Fabi, Gina y ahora el Coqui. Por eso esto también es un abrazo a todos mis compañeros y compañeras que vienen sobreviviendo a los golpes.
Siguiendo la analogía, el Coqui fue para mí una especie de escudero medieval. Porque además de sacar fotos me cuidaba la espalda. En estos diez años fuimos juntos a cada batalla, enfrentamos los mismos peligros y salimos con las mismas heridas y los mismos orgullos. Nos metimos hasta el último pasillo del último barrio popular. Nos sentamos en las más coquetas oficinas de la bolsa de comercio. Siempre juntos, siempre se bancó el ritmo, como buen escudero. Cada vez que me tocaba levantar la voz y llamar a la rebelión (esa parte es la que a él más le gustaba), miraba para el costado y con él y su cámara estaban todos mis compañeros que me decían que no estaba solo. Que le dé nomás, que hay espalda para aguantar lo que venga. Ese era el Coqui, su cámara no sólo registraba y contaba esta historia que estamos haciendo a contrapelo de la historia, sino que en su cámara yo veía a todos mis compañeros. Porque no era un fotógrafo, ni un escudero, era mi compañero. Era el que empezó todo esto con nosotros.

6.
Yo no le tengo miedo a la muerte. No me molesta ni me preocupa el paso del tiempo. Porque creo que lo importante no es lo que el tiempo hace con nosotros sino lo que nosotros hacemos con él. Lo que me indigna profundamente es cuando la vida no nos da el tiempo de hacer lo que tenemos que hacer. Cuando se van demasiado antes quienes todavía tienen cosas por hacer y por decir. Eso es injusto y esa injusticia es la única contra la que no se puede pelear. Y a los que estamos acostumbrados a pelear contra todas las injusticias, esa impotencia nos destruye.
En estos años aprendí muchas cosas, pero hay tres que las sintetizan a todas: lo único que no tiene solución es la muerte, el enemigo más difícil de combatir es la mediocridad y las canciones más hermosas todavía no fueron escritas.
Las personas somos los únicos animales conscientes de que nos vamos a morir, y hay que saber vivir con eso. La filósofa Anha Arendt dice que la forma que encontramos para engañar a la muerte es la capacidad de todo el tiempo poder empezar cosas nuevas. “El lapso de vida del hombre en su carrera hacia la muerte llevaría inevitablemente a la ruina si no fuera por la facultad de interrumpirlo y comenzar algo nuevo. Porque los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar”.
Por eso, que esta muerte que hoy nos paraliza, sea el compromiso con el Coqui de seguir haciendo Ciudad Futura. Es decir, seguir inventando y haciendo cosas nuevas todos los días sin cansarnos ni rendirnos. Aunque algunos ya no nos puedan seguir acompañando en el camino, hay que honrarlos porque ellos ayudaron a construirlo y no permitirían que lo dejemos a medias.
Coqui representa como nadie al militante de Ciudad Futura. Un trabajador que se convirtió en los ojos de una utopía colectiva. Sintetiza lo que somos un poco todos nosotros: gente común, haciendo cosas fuera de lo común. Ahora queda la responsabilidad de seguir haciendo cosas para engañar a la muerte, para homenajear al Coqui y para escribir las nuevas canciones que todavía faltan y que serán las más hermosas.
Por vos vamos a ganar. Y aunque me duela en el alma que no estés para sacar esa foto ese día, esa foto va a ser tuya para siempre y por vos la vamos a construir.
Bertolt Brecht en su poema Preguntas de un obrero que lee decía: “¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China? El joven Alejandro conquistó la India ¿El sólo? César venció a los galos ¿No llevaba siquiera a un cocinero? Felipe II lloró al saber su flota hundida ¿No lloró más que él? Federico de Prusia ganó la guerra de los Treinta Años ¿Quién ganó también? Un triunfo en cada página ¿Quién preparaba los festines? Un gran hombre cada diez años ¿Quién pagaba los gastos? A tantas historias, tantas preguntas”.
Se fue el Coqui. El obrero que sacaba fotos y que también forjó esta historia. Lo quisimos tanto, lo recordaremos siempre.

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