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Tomas en Guernica: discutamos la tierra, pero discutamos en serio

¿Cuándo llegará el día en que alguien se haga cargo del fracaso absoluto que significa que en un país donde sobra tierra no haya un pedacito donde pueda vivir la gente?

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¿Cuándo llegará el día en que alguien se haga cargo del fracaso absoluto que significa que en un país donde sobra tierra no haya un pedacito donde pueda vivir la gente? ¿Hasta cuándo vamos a seguir en este loop infinito de toma de tierras-represión-discursos de ocasión y vuelta a empezar? ¿Se acuerdan del Indoamericano? Fue hace 10 años. Nada cambió desde aquella vez. O en realidad sí, el problema ahora es mucho más grave.

Hoy otra vez vuelve el loop que nadie quiere. Pero que tampoco nadie hace nada para frenar.

Y lo que no se puede encontrar casi por ningún lado es un debate serio. Cada vez que alguien intenta explicar por qué sucede el fenómeno de las tomas, con el objetivo de hacer algo para que dejen de ocurrir, automáticamente se lo señala como cómplice e incitador de las mismas.

En cambio, se montan operativos de desalojo absolutamente desmedidos y exagerados, no solo como “respuesta” ante la situación sino ante la potencial amenaza que, en este caso, podría significar un grupo minoritario de familias pobres instaladas en ranchos precarios.

Las imágenes de niños y madres llorando, policías derrumbando carpas de plástico y madera, las casillas de 2×2 prendidas fuego como fondo de la selfie de los fiscales, lejos están de ser el camino para construir un país mejor.

Si no es por un sentido humanitario y sensible por los que menos tienen, que sea por un sentido práctico: 3 muertos hubo en la represión del Indoamericano. Y las tomas siguen existiendo.

Es cierto, la propiedad privada es un derecho. Y está en nuestra Constitución. Del mismo modo que existe el derecho a la vivienda, consagrado en la misma Constitución. ¿Qué hacemos entonces?

Discutamos en serio la tierra. A fondo. Discutamos qué hacemos con las tomas de tierras como la de Guernica, para que no ocurran más. Pero también discutamos sobre las tomas de los ricos, que se apropian de las tierras con artilugios legales, o directamente las alambran para sí mismos. Discutamos las tierras que arden desde hace meses por incendios que, curiosamente, nadie puede detener ni encontrar culpables.

Tenemos en nuestras manos una herramienta histórica como la Ley de Barrios Populares. Una Ley de amplísimo consenso político desde su misma concepción. Utilicémosla. Aceleremos y potenciemos su implementación.

Pero hagamos y discutamos en serio, para solucionar las cosas en serio. Porque en ciertos casos se nota mucho que lo único que les importa a algunos es esconder los problemas debajo de la alfombra (o detrás de un buen montaje televisivo) para “recordarle” a la sociedad en general y a los que menos tienen en particular que el problema de la desigualdad es de ellos mismos, por ser pobres.

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