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Nocturnidad: de problema a oportunidad para la cultura y el encuentro en el SXXI

El debate por “la nocturnidad” que insumió largas jornadas a lo largo de los últimos años en nuestra ciudad, se reeditó con nueva fuerza en los últimos meses ya que continúa siendo una deuda pendiente del Concejo Municipal que estamos dispuestas a saldar.

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Hablamos de que la noche rosarina y todo lo referido a espectáculos públicos está regulado por una ordenanza que se sancionó hace más de 20 años, cuando los formatos de producción cultural, ocio y encuentro eran completamente distintos. Por ende hablamos de una normativa que quedó desacoplada de la realidad que intenta abordar.

Está a la vista que los formatos de ocio, encuentro y socialización que hoy existen, cambiaron radicalmente ya que contamos con espacios mucho más dinámicos que ofrecen múltiples y variables propuestas. Al mismo tiempo resulta inescindible al debate el contexto económico y social en el que se encuentra nuestro país y puntualmente nuestra ciudad, atravesada por la violencia y la crisis económica que se agudizó como consecuencia de la pandemia, lo que hace más urgente la necesidad de una nueva normativa.

Además, nos encontramos con un Concejo Municipal también diferente, conformado mayoritariamente por mujeres, lo que implica un abordaje distinto de los mismos temas, planteando los debates y las discusiones desde otras perspectivas. Consideramos que esto también puede ayudar a que se alcancen los acuerdos necesarios para avanzar en la discusión, y lograr una ordenanza que verdaderamente le sirva a la ciudad.

Una de las claves que nos guían en este sentido (y que creemos imprescindible para poder avanzar) tiene que ver con dejar de pensar a la nocturnidad como un problema. Debemos pasar de una normativa centrada casi exclusivamente en el control de los establecimientos, que no cuenta con herramientas de fomento para determinadas formas de habitar la nocturnidad, a una norma que ubique al Estado desde una perspectiva proactiva. Esto es, que además de controlar, fomente la creación o fortalecimiento de espacios seguros y cuidados que tengan a las personas en el centro, y que a la vez implique un claro fomento e incentivo para la cultura local. Concretamente necesitamos una normativa  que se aggiorne al siglo XXI y que coloque nuevamente a nuestra ciudad como la gran ciudad cultural que supo ser.

En este aspecto, nuestro proyecto deja atrás la rigurosa clasificación de los rubros para proponer una normativa ligada a criterios más objetivos, (por ejemplo la superficie, el sector destinado a gastronomía, el factor ocupacional, los decibeles permitidos), y con una mirada integral en base a las necesidades y expectativas de los y las ciudadanas. Además insiste en la histórica lucha por la inclusión de un claro régimen de promoción y fomento para los espacios culturales, autogestivos que han ido desapareciendo en los últimos años como El Olimpo, La Chamuyera y tantos otros, que ante la falta de acompañamiento estatal, y la fracasada regulación que al equipararlos con cualquier establecimiento con afán de lucro, los abandonó mientras iban bajando sus persianas.

En este sentido es que nos resulta sumamente necesario dar esta discusión, con nuevas oportunidades para el intercambio de voces y opiniones en pos de lograr una normativa adecuada para las demandas actuales de nuestra ciudad.

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